jueves, 4 de abril de 2013

Esquinas

En una esquina de mi infancia, Angelito Di Perna contaba historias de hace muchos años, cuando andaba los rieles de la patria llevando el orgullo de ser uno de los primeros comunistas en la vuelta. Angelito el que barría la esquina de Salto y Montecaseros y podaba los árboles del cantero. Que tenía el cerco y el jardín más lindo del mundo a la entrada de su casa. Que tenía la sabiduría de un maestro y los ojos como la historia.
En otra esquina de la memoria, a una cuadra de la escoba y los relatos de Angelito, don Pedro Panini miraba las moneditas con que el Cabeza Jaén pagaba el vino, poniendo la palma de la mano a dos centímetros de los ojos, mientras repasaba las novedades del barrio, que eran las novedades del mundo para nuestros nueve años. Don Pedro el de la Provisión y Bar -combinación que ya no existe- donde los vecinos venían a comprar el pan y la leche de mañana y a tomar un copetín a la tardecita y a jugar a la “carolina”, pariente prehistórico del “pool”. Del lado de la ventana de Montecaseros, un banco largo en el que gastábamos las horas haciendo nada, esperando que pasara la chiquilina que venía de estudiar. Del lado de Tacuarembó, la ventana donde Lorenzo miraba su pasado de músico mientras se bajaba una caña o una grappa con limón.
Algunas esquinas mas arriba, un viejo edificio oficiaba de casa embrujada, en la que se escuchaban los ruidos de sillas que se movían, vasos que se chocaban y cadenas que se arrastraban. Y no faltaba alguno, que parado en la esquina, alardeaba contando que había pasado una noche ahí, entre espíritus inquietos, en el mismo rincón donde alguna vez había ocurrido una terrible tragedia familiar.
Algunos años más acá y dos esquinas más allá, yendo hacia el centro -que entonces parecía lejos -, la plaza pintaba la noche de murciélagos y la barra se juntaba a conversar y a tomar mate. De vez en cuando pasaba un patrullero y había que esconderse en la escalera que daba a ese foso que nunca se supo bien que función cumplía. Eran distintas las cosas entonces. Teníamos una inocencia y una candidez que hoy parecen ridículas. Queríamos ser íntegros, buenos, honestos. Había muchas cosas prohibidas y parecía que eso nos llenaba de ganas de ser libres
Pero en ese entonces, uno no era capaz de ver los misterios y la poesía que esconden las esquinas. Uno no tenía historia, la iba construyendo sin saber que las miradas, los pasos, los besos o los piñazos, se van quedando prendidos de los rincones de las ochavas o de las líneas rectas de las esquinas comunes.
Tienen que pasar los años para que uno, con más de una cana en la sien, empiece a ver en cualquier esquina de su barrio, o de otros barrios de viejas andanzas, las miradas, los rencores, los abrazos y las pasiones con que forjó sus pasos. Y por detrás de todo eso, las cientos de historias que se escriben en las paredes que forman la esquina.
Cierro los ojos y veo en la esquina de una de las casas de mis primeros tiempos, a la barra reunida aprendiendo a vivir. El Ñato, Bigote, el Chito, Pablito, Elenita, Daniela, Anabella, Sonia, Ana, Carlitos y Eduardo. Muy cerquita, en otra esquina más abierta, arbolada y llena de lunas, el Turco, Alberto, Martín y Mauro. Cierro los ojos y veo mis esquinas y reconozco un sello de identidad. Paso por mis esquinas y escucho rumores, voces, risas, llantos y abrazos, estampados en el aire, dibujados en las paredes, escritos en los pretiles.
Y se me ocurre que en las tuyas pasa lo mismo. Se me antoja que tal vez tenés la misma sensación, andando por tu barrio, recorriendo cuadras y llegando a esas aristas en que la vida dobla y que siempre esconden la sensación de que algo, ahí a la vuelta, está por pasar.

Luigi Lemes
2010

Foto de Edgar Salgado (2010) 

2 comentarios:

  1. Excelente Luigi, agradezco el disfrute de leer y hacer parte de alguna de esas esquinas de la vida común.
    Se me ocurre que además del comunicar, tenés la capacidad de mirar y ver lo que para la mayoría fue y seguirá siendo invisible.
    Un abrazo y hasta cualquier esquina...

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  2. Preciosa pintura de las esquinas que alguna vez "dejé". Gracias por el recuerdo le hace bien a mi memoria. Impecable la foto de Salgado.
    Un abrazo y ojalá al doblar alguna esquina , te encuentre.

    Su (de Mataderos)

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