lunes, 23 de junio de 2014

La Murga de los Duendes.



La Murga de Los Duendes. Luigi Lemes (Autor e Intérprete). Radio Nacional Folklórica. Buenos Aires, 16/ 07/ 2011.


Buenos Aires, julio de 2011



Inhóspita




Luis Víctor Lemes





 




  
Contigo he sido explícito,
  
solícito,simbólico.
 
Me he sentido pletórico
 
romántico y poético.
 
Además  fuí metódico,
 
didáctico,fructífero.

Me sabes semántico,
 
retórico,sintáctico.
 
También muy lúdico,
 
erótico y prolífico.
 
Y no he conseguido más
 
que ser esdrújulo.







Luis Víctor Lemes

Sanducero, radicado  en Buenos Aires

Publicado en su blog "In abstenia" el 17 de agosto de 2012

http://luisvictorlemes.blogspot.com/




viernes, 6 de junio de 2014

Bolas de vidrio blanco pintadas de azul



Ramiro Beceiro

  






      El viernes fuimos al viejo teatro de verano, el que da sus espadas al Paterno. Un dúo y su banda, eran esperados tranquilamente. Entré y se me cayeron encima recuerdos de mi primer infancia. Veníamos desde lejos en carro con mis abuelos maternos, salíamos de tardecita desde la chacra, recorrer el bajo y luego la subida que parecía interminable, sobre todo si había llovido ese día. Las huellas en el barro, las patinadas, el caballo tirando, hasta que ganábamos la cima y casi enseguida se aparecía la fusilera, con su muro blanco, sus pequeñas torrecillas y el que parecía el mismo soldado cada vez. No existía el liso pavimento. Mi abuela, doña Pancha, olía a jabón en barra, agua de pozo y a perfume de flores, viuda; mi abuelo, Nuñez, porque así se llamaba, nunca se había casado con Pancha, era un hombre moreno, de corta estatura y de abundante pelo azabache, que peinaba con brillantina, lo domaba para atrás a fuerza de gomina, usaba un peine chico de dientes finos, negro como su pelo. Eran gente pobre, trabajadores, plantaban zanahorias, zapallos, maíz, criaban pollos, gallinas, gansos y chanchos; tenían dos vacas para ordeñar, y darnos un calentito café con leche siempre que fuera necesario, tomado en tazas grandes, de loza o por capricho de nieto, en alguna lata de duraznos en almíbar, cosa que me fascinaba. Mis abuelos me introdujeron en el gusto por el cine, me hicieron conocer el Florencio allá por los 60 y pico, también por esa época eran las idas al cine en la playa, al teatro de verano. Eran cines de entradas baratas. Los viejos eran dueños de su carro, un día creció su economía y se compraron…un sulky! Tenían dos vehículos! Uno para trabajar y otro de paseo. El viejo teatro de verano se vestía de gala para esas funciones de cine mudo, blanco y negro, que dos por tres se cortaba y aparecían aquellos globos en la pantalla, lo que indicaba que la cinta por algún lado se había quemado, un poco de paciencia y seguía la función. La avenida de la costanera estaba iluminada por viejos y bellos faroles que tenían bolas de vidrio blanco que para la ocasión, en la mitad que daba al Río, se pintaban de azul oscuro, para no molestar a la platea, que calladamente seguía a los personajes de la función. Eran noches imborrables, terminaba la muda historia y salíamos de regreso para la casa, no había ni golosinas ni nada, pero todas esas horas eran una tremenda aventura que mi hermano y yo disfrutábamos a pleno. Mis abuelos eran así, sin quererlo nos llenaban de fantasías, eran humildes, muy humildes y bastante brutos, sin estudios, pero con sus manos llenas de cariño, cuidados y complicidades, que supongo eran su mejor manera de demostrar amor, sin decirlo, de puro cortos que eran. Así eran mis abuelos, los que recuerdo siempre, cuando como esa noche, unos faroles con bolas de vidrio blanco pintadas de azul, te abren la puerta de la memoria.

Ramiro Beceiro 
(Sanducero)


 

 
 Teatro de Verano. Foto de Ramiro Beceiro



Gracias, Ramiro, por este hermoso texto, con el que reiniciamos las andanzas del Níspero. L.L.